¿Qué pretendo? ¿Quién me creo para
tal empresa? Un eslabón creyendo ser la cadena. Elocuente ilusión, ésa, de
creerse la vitrina de virtudes y defectos superados en el camino, el mío. Vana
intención, ésa, la de pretender arropar nuestro derredor con las experiencias
propias, lanzar la plantilla de deber ser, deber pensar, deber sentir. Iluso
deseo de abrir los brazos y que todo pase por nuestras manos, por nuestro
escrutinio, por nuestro estrecho argumento. Es como una invitación a la cárcel,
como un paseo sin colores ni brillo, como un jardín de culpas. Terrible
entonces, la ocasión en la que se crean seguidores, admiradores despreocupados,
incondicionales de mi discurso, de los movimientos de mis manos al hablar. Es
entonces cuando se va formando una cadena de papel alrededor, y es que comienzan
extrañas enseñanzas y aprendizajes, motivados por mi ego recién nacido,
cerrando un círculo de aislamiento masivo, de locura colectiva, de perdición
inminente. Qué lástima.
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