Róbame bienestar. Al menos
inténtalo. Como pícaro ladrón que entra a hurtadillas y embolsíllate todo lo
que encuentres. Hazlo las veces que quieras, porque mi fuente es infinita. La
tranquilidad va sobrando por estos lares y por mucho que lances en tu saco
pretencioso, no creo que puedas disminuir, en centímetro alguno, mis tesoros
invisibles, aún incomprensibles para ti. Succiona con tus ojos y tu piel, con
tu aliento y tus manos, cuanto encuentres en mí; tranquila, no lograrás
siquiera perturbar mis párpados a media asta. Yo seguiré apreciando tu urgencia
loca en calmar tus temores, en postergar tus verdades, en alcanzar el silencio
absoluto sin gimoteos de persecución. No te vayas todavía. Quédate, que yo te
regalo mi paz.
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