Dicen que soy tu
vicio. Dicen que te hago daño y no te das cuenta. Dicen, también, que tienes
los ojos cerrados ante mi verdadera imagen perniciosa. Piensan que estás loca,
y cada vez más loca, por compartir tus días conmigo. Creen que ya el juicio
está hecho y resultaste culpable de decidir por ti misma. Te digo esto y te
ríes. Te menciono la opinión de los otros, y asientes burlonamente, sin dejar
de sonreír. Te prevengo contra el qué dirán, y te acercas donde estoy sentado.
Te manifiesto mi preocupación por vivir entre tantos malos augurios, y te
sientas en mi regazo, acariciándome la cara. Trato por todos los medios de
cuidarte, y me besas desconsideradamente. Sin cerrar los ojos, recibo tu beso
abusador, tratando de aconsejarte, y me abrazas de la manera más deliciosa que
me pueda imaginar. Entre frases ahogadas por un beso que arropa, mis ojos se
cierran y desisto de cualquier tontería que vaya en contra de seguir
teniéndote, de seguir queriéndote, de seguir viviendo… al carajo todo.
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