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domingo, 15 de enero de 2012
Tragedias
Tragedias. Un golpe tras
otro. Cuerpos sin vida, tristezas eternas, lamentos interminables. Las mismas
reflexiones inútiles. Se trasladan las promesas lastimosas del pasado al
presente sin causar nada, sólo desengaño, frustración. Tragedias. Se hacen llagas,
se curan por un rato constructor de nuevas mentiras, y se vuelven callos cada
vez más duros, más olvidados de su origen; claro, ya la memoria no da. Todo se
funde en la más terrible normalidad, en tradición, y hasta en fechas festivas.
Qué estupidez, qué lástima. Mientras más se piensa, más lastima, pero no por la
impotencia de lo que ocurrió -porque no se recuerda, porque nadie sabe qué ha
pasado- sino por no saber, por no poder saber, por no poder haber podido. Los
siglos pasan y todo queda atrás. Nadie sabe hasta dónde llegan las propias
raíces. Nadie quiere saber. Nadie sabría qué hacer. Mientras tanto, por los
próximos tiempos, seguiremos caminando entre cuerpos sin vida a lo largo del
camino; cuerpos, que aún con latidos de corazón, nunca parecerán llenos de sustancia
alguna, de brillo alguno.
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