Qué
fastidio. Tantos preparativos para la excepción, para lo que puede pasar, que
dejo a un lado lo que realmente está pasando; sin preparación, sin miramientos.
Y así se pasa el tiempo y lo que pudiera pasar se convierte en lo más
importante; es un juego desquiciado en el que la ficción de un futuro incierto
arrolla al presente incrédulo ante lo que ve, desvalido, casi agonizante. Es
como estar parado lejos, seguro, del incendio que quema la vida, sin saber que
en medio del fuego te vas tú también al carajo. Pero no importa mucho: eso no
se nota. Quien quema, bota, despedaza y desecha el presente y su futuro soy yo.
Nadie me va a venir a decir cómo debo hacer las cosas, y menos, si seguramente,
sabe menos que yo de esos menesteres.
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