Las primeras víctimas
del recorte, del no hay, de la vida es así. Los primeros de la cola que no
pudieron saborear la cosa tranquila, la cosa segura, la cosa despacio. Son
aquellos que venían a la mitad de la cola, viendo cómo se acercaba el pastel
prometido, y al acercarse a la taquilla, la persiana les cayó en la nariz.
Fueron ellos, quienes debieron pegar un frenazo a la vida y entender que no hay
más para ellos, no más de esa manera hilarante, no más de esa forma tan
espléndida. Y habrá entonces que saber que ahora el pequeño esfuerzo brillante
se convertirá en sudor, y una madrugada de pujanza ocasional se convertirá en
hábito sin triunfo. Lo sentimos, muchachos, quienes pudimos pasar antes de la
calamidad, tal vez no podamos ni deseemos ayudarlos.
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