Hay besos de alegría, encuentro. Hay también besos tristes,
de despedida, de “más nunca”... besos con lágrimas. Hay besos desesperados por
no terminar de darse. Hay besos calmos, reposados, besos de sueño y paz. Hay
besos hipócritas y besos “a juro”, pero menos mal que son raros...y si no, son
enfermos. Hay, además, besos de temor, que tratan de amarrar al otro para que
no se aparte. Hay besos de seguridad, besos sin pasión; besos que no tienen
espera. Pero hay besos que han esperado años por darse. Hay besos que no se han
dado y siguen esperando a que alguien se atreva. Hay besos desgraciados, sin
futuro, que “no van pa’l baile”, mientras que hay besos que cuando se dan,
emparejan y tranquilizan por años enteros. Hay besos prohibidos, besos
aventureros y besos desconsiderados. Hay besos que dañan sin saber... sin
saber. Hay besos que viajan por la noche de una ventana a otra, o, si llueve,
por teléfono. Hay besos escritos, marcados en una carta, en una servilleta, en
un cachete o muy cerca de los labios. Hay besos puros y desinteresados...
renovables, pues. Hay besos que se pierden en el camino porque no saben adónde
deben ir. Hay besos que viajan en tren en autobús o en avión, para luego no
darse, tal vez porque ya no hacen falta. Hay otros que, necesitándose para darle
sentido a una vida, nunca llegan. Hay besos sinceros y honestos, y hay besos
pícaros y mentirosos. Hay besos robados, besos regalados, besos pedidos o
disimulados. Hay besos de besos. Por eso, cuando me pidas o me des un beso,
prefiero no sabes qué tipo de beso es: yo lo sabré... o disfrutaré creyendo
saberlo.
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