Si no se sabe, no existe, nunca
ocurrió. Si no se grabó, nunca cantó. Si no se escribió, no se
pensó. Si no se tomaron las fotos, no existió. Tal vez se presuma,
tal vez hasta se tenga la certeza, pero no es lo mismo. Si no lo
supiste, no pudo ser. Y hasta razonable es, dado que hasta el apóstol
Tomás se guió por la evidencia y fue entonces que creyó. Pero hay
verdades que permanecen en el silencio. Hay historias que se quedaron
encerradas y nunca asomaron su mano pidiendo libertad. No hubo
emisora radial, ni periódico, pantalla o ciberespacio capaz de abrir
la cortina y dejar esos argumentos ver la luz del día. En algún
momento habra salido algún paladín, algún héroe en potencia y
quiso divulgar eso tan oscuro que entristece, que cuestiona, que
incomoda, pero el dueño del balón se retiró y no jugamos más.
Ahora estamos aquí, luego de esa experiencia necesaria, sonriendo
sólo lo necesario, esperando notar alguna hendidura por la que
podamos meter la palanca y abrir esta vez, definitivamente, la
posibilidad de someternos sin complejos a nuestra propia honestidad.
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