Sabrosa es la vida
experimentada. Sin mucha teoría, sin mucha cháchara. Ocurre la vida y ocurre…
¿algo qué decir, qué objetar? Claro que no. La sorpresa se mezcla con la risa y
la seriedad y sale algo de lo más policromático, de lo más ciencia ficción. Lo
cercano sabroso con lo lejano en alguna instancia y en medio del barullo y la
urgencia; todo se desinfla en una sonrisa que acredita al bromista, que deja
donde está –en alarma– al objeto de episodio, y todo comienza, por este lado, a
ser como siempre es, y al menos con dos gramos de simpaticura. El malentendido
se convierte en joda, en lo que siempre fue. Si lo veo, le doy su coñazo, dice
uno, pero le agregas el beso de reglamento para quien está en buena estima. Un
día sumamente aburrido se convirtió en evento de primera página –mediático y
todo– y luego se desinfló sobre los hombros de siempre, de quienes defienden,
de quienes están ahí, a la orden del sentido común, del amor entendido
ampliamente. Un abrazo.
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