Hay tiempo en las
rendijas. Hay momentos escondidos en las grietas desechables de cada día. Hay
suspiros sin nacer que mueren cada minuto, sin cesar, sin aviso y sin protesto.
Hay manos ociosas que no acarician y ojos que no miran; oídos que no se alimentan
de te quieros y labios que no besan. Terrible desperdicio que hace de la falta
de tiempo la coartada perfecta para comenzar a morir al ritmo de un gotero.
Tamaño pecado no catalogado, durante el cual cada grano de arena produce un
ruido ensordecedor al caer, cual si fuese un grito, un reclamo que nos negamos
a escuchar atentamente en el intento de pensar que no existe. En este paseo en
el que no se camina, en el que no se sale, sigo pretendiendo oxigenarme, sigo imaginando
al sol sobre mi cabeza.
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