Tantas fueron las veces que pensé en
cambiar el mundo... al menos el mío. Tantas ideas, tantos
aprendizajes emocionados, tantas propuestas al caño; tantos
enamoramientos fugaces que terminaron en la basura. Toques de puerta
con la sonrisa que regala la esperanza. Carreras sin cansancio,
inútilmente donadas por la esperanza. Siento que no pude hacer ni
una fracción de lo que me propuse antes, agachando la cabeza cada
vez más y dejando pasar los viajes que antes me invitaban con
alegría. Ya no hago caso a las conminaciones de quienes, bien
intencionados, piensan que todavía hay tiempo. Tal vez hay tiempo,
pero no me da la gana de hacer las cosas apurado, en el último instante.
Aquí quedaré sentado sin atender el llamado tardío. Ahora miraré
la vida como mendigo a su benefactor siempre potencial, a ese a quien
no le salió del forro aportar unas monedas en el mejor momento.
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