Inventé un color nuevo.
Descubrí el agua tibia. Llegué al pico más alto. Hice esas y muchas cosas más.
No puedo quejarme. Hice, hice, hice; tremenda conjugación en pasado que no
logro traerme al día de hoy, y menos, para mañana. Soy pura historia, puro pasado.
Represento tradiciones que todos reconocieron, pero ya se acabó el crédito. No
soy más que aquél que hizo, y luego entró en estado suspendido de no hacer, de
no lograr, de no motivar, de no cambiar historias. Soy aquél a quien quisieron,
amaron, extrañaron (y tal vez sigan extrañando). Soy ese que ya no es, que no
es más, que no opera, que no articula, que no propone. Soy agua pasada y
presente que se niega a manifestarse, por lo que se empoza más abajo,
imperceptiblemente para muchos. Soy una vieja gloria que camina, que recuerda, que
sin hacerse notar sigue viva, sin latidos aparentes, sin sueños aparentes, sin
dirección aparente. Soy una vaina sin espada. Estoy jodido.
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