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domingo, 19 de febrero de 2012

Al revés no es menos


Al parecer, solucionar un problema no se logra invirtiendo las condiciones –un ejemplo claro puede ser el racismo-. La mala energía acumulada producida por el sufrimiento indiscutible, por el abuso constante y sin descanso, sin embargo, no es el mejor consejero. Es terriblemente tentador salir corriendo y linchar personas, ideas, posturas, después de sufrir un rato. Lo más normal, dentro de lo mejorcito, sería una depresión con el arma humeante en las manos manchadas de sangre. En esa aritmética espantosa de tú me haces, yo te hago y ahora estamos en paz, partiremos de un cero muy discutible, con la conciencia sucia y el morbo satisfecho, a tratar de comprender qué justicia debimos asumir, a intentar, infructuosamente, de justificar el crimen recién cometido. Todavía en el mejorcitos de los casos, comprendemos que pusimos la torta, que no debimos disparar a pesar de todo lo que sufrimos, y finalmente caemos en cuenta de que no somos mejores que nuestro antiguo verdugo. El mejorcito de los casos, entonces, nos garantiza la conciencia de nuestras responsabilidades, pero no la paz que tanto necesitábamos al inicio de la historia, cuando recibíamos latigazos.

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