Me mata la formalidad. Me matan
las sonrisas leves, con cierta reverencia. Me hartan los buenos días, las
buenas noches sin ganas de darse. Me tortura contestar al saludo, al teléfono,
a la carta. Por medio de la presente, renuncio a toda esta ridiculez de líneas
delgadas que ahorcan, de atenciones obligatorias, de respuestas con risitas y
todo. Voy a agarrar el archivo, los prospectos, los eventos, los contratos y
los haré bola incandescente que caiga al barranco. Tomaré la corbata y los
zapatos de cuero negro liso y los ahogaré en mi closet atiborrado de gorras,
franelas rotas y sandalias en estado irrespetuoso. Sin preaviso, sin la debida
antelación, sin el gesto adecuado, sin el mundo tan chiquito que siempre me
amenaza, voy a agarrar mi reloj, mi código postal y mi número de RIF y los voy
a mandar pal carajo.
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