Llegó el momento: No hay
historia. No hay ayer, no hay origen, no existe antecedente. Sólo es el hoy,
avasallante, con argumentos infinitos que nos dice que la cosa es de aquí
palante, y cualquier consideración en ese sentido es una pérdida de tiempo. Todos
somos una consecuencia sin causa, un árbol que flota sin raíz, sin razón, sin
dirección. Mueren los recuerdos a petición de los sabios del presente. Se
desvanecen las herencias forjadas del sudor de días pasados, de amores pasados,
de luchas pasadas. Todo surge, repentinamente, de ningún sitio, de ningún lado;
si acaso, de una fábrica excelentemente pensada de futuros ilusos sin
fundamento, pero de una credibilidad espantosa.
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