Después de que termines tu
berrinche, te beso. Después que se te acaben las palabras para tus ideas
torcidas adrede, te voy a empujar con mis mejillas hasta la pared y el aire que
te quede te abandonará con gusto. Luego de quedarte callada, deberás idear algo
inmediatamente antes de que me acerque y palidezcas ante mis ojos guiñados. Al
terminar tu disertación mal concebida, sabrás cómo se pronuncia un gemido.
Cuando el oxígeno te falte, yo seré lo más parecido a un vaso de agua que
puedas encontrar. No se si grito, no sé si reflexión o brillanteces, pero se te
acabarán y será mi turno. Mientras tanto, seguiré mirándote por encima de mis
lentes, seguiré sonriendo para desconcentrarte y pierdas esa idea atrevida de
venir con eso. Mientras, tu discurso se irá debilitando y tu aliento cansado
optará por el mío, tus gesticulaciones esperarán descansar en mis brazos y toda
esa patraña que has inventado se desvanecerá entre el poco aire que quede entre
ambos.
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