Condescendencia incisiva. Dictadura de pieles y cabellos. Miradas anárquicas
que no dan oportunidad a un desplante… porque no les da la gana. La sonrisa sorda a
reclamos, más parecidas a miradas perdidas buscando lo suyo, lo ganado, lo
intransferible. Las preguntas inquisitivas malignas se quedaron afuera, detrás
de la pared que nos protege a como dé lugar. Recitaré, declamaré, te regalaré
una serenata. Vine a buscarte y te llevaré adonde sé que te gusta; sin
pataleos, sin reclamos, porque no hay lugar para tal desatino. Te tomaré de una
mano, y te llevaré en mis brazos como columpio, a un sitio donde tus ojos y tus
labios, por fin, susurren lo mismo.
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