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martes, 7 de febrero de 2012

La muerte tocará la puerta... suavemente

Se acabarán las camas, las habitaciones de hospitales. Los eventos violentos llegarán a su fin. Aunque el cuerpo si conservará su llamada imperfección física y las enfermedades si nos seguirán acompañando, el momento de la despedida será predecible. Tendremos, entonces, tiempo para organizar nuestras ideas, nuestros sentimientos. Todo lo  que queramos hacer al momento de la despedida de los otros, nos será concedido. Ya no habrá gráficas morbosas, despedidas entre negros y grises; todo estará lleno de luz y colores. Se nos otorgarán treinta días de anticipación para “arreglar las cosas”, como suelen decirnos por ahora. Se le otorgará al viajante la posibilidad de levantarse sobre sus pies, mirar con sus ojos, oír con sus oídos y pronunciar las palabras que tenga a bien decir. Ya no habrá momentos oscuros ni silencios  angustiosos. Todos tendrán la oportunidad de decir y oír. Será el momento de equilibrar todo para que la vida continúe sin tropiezos, sin parálisis, sin frenos. Ese momento llegará pronto. Mientras, debemos aprovechar la luz natural del sol, el amor y el cariño que tenemos por quien tal vez está o no por irse para expresarlo, aunque sea con la presencia oportuna, para que la vida continúe sin tropiezos, sin parálisis, sin frenos, como dicen que debe ser.

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