Se acabarán las camas, las habitaciones de hospitales. Los
eventos violentos llegarán a su fin. Aunque el cuerpo si conservará su llamada
imperfección física y las enfermedades si nos seguirán acompañando, el momento
de la despedida será predecible. Tendremos, entonces, tiempo para organizar
nuestras ideas, nuestros sentimientos. Todo lo
que queramos hacer al momento de la despedida de los otros, nos será
concedido. Ya no habrá gráficas morbosas, despedidas entre negros y grises;
todo estará lleno de luz y colores. Se nos otorgarán treinta días de
anticipación para “arreglar las cosas”, como suelen decirnos por ahora. Se le
otorgará al viajante la posibilidad de levantarse sobre sus pies, mirar con sus
ojos, oír con sus oídos y pronunciar las palabras que tenga a bien decir. Ya no
habrá momentos oscuros ni silencios
angustiosos. Todos tendrán la oportunidad de decir y oír. Será el
momento de equilibrar todo para que la vida continúe sin tropiezos, sin
parálisis, sin frenos. Ese momento llegará pronto. Mientras, debemos aprovechar
la luz natural del sol, el amor y el cariño que tenemos por quien tal vez está o
no por irse para expresarlo, aunque sea con la presencia oportuna, para que la
vida continúe sin tropiezos, sin parálisis, sin frenos, como dicen que debe ser.
No hay comentarios:
Publicar un comentario