Te espero sin esperanza. Te espero sin mucha emoción. Pasa el tiempo y no llegas. Pasa el tiempo y tu promesa de no volver
se va cumpliendo de modo insólito; al menos eso es lo que se ve desde aquí. Ya
no veo el reloj, ya no abro la ventana en busca de tu silueta que irrumpa en mi
soledad. Sin embargo, no te apagas aún. Sin embargo, tus recuerdos no han hecho
maletas y salido todavía. No sé qué traman. No sé que se traen, con su
disimulo, con su mirada esquiva. Ciertamente, hay algo que no puedo descifrar.
Sin duda alguna, tus restos guardados aquí son un puente ya casi transparente
de la ausencia, al bienestar… pero no se sabe qué bienestar; no se sabe qué
bien pueda hacer tu espejismo perenne sentado al lado de mi cama.
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