Sé de tu prestigio y
eres un dios para mí. Te veo de lejos y te idealizo. Te sigues acercando y mi
admiración es patente. Te doy mi mano en saludo, y estoy muy alegre. Te quedas
un rato por ahí, y ya te ves normal, sólo con algo de carisma. Te escucho hablar,
y de verdad que pensé que era mejor. Hace rato que estás ahí y me tienes
ladillao. Por favor, vete para ver si rescato el respeto que te tenía… antes de
que te odie.
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