La belleza de lo mutilado. La
pretendida hermosura de las imágenes relevadas de su esencia. El maquillaje
aterrador que sirve de entrada a un catálogo. Formas recortadas, retorcidas;
preciosas heridas cicatrizadas. Muere la naturaleza y entran a jugarse juegos
disfrazados de muerte, entre fotografías, entre galerías de lo inerte, de lo
enfermo. Mientras, desde “afuera”, con los dedos expectantes entre las rejas,
con la cara desolada entre los barrotes, la naturalidad estafada mira con
envidia los escombros de sí, deseando ser lo que no es mientras viva. Mientras,
el brillo de miradas, los aromas de piel de verdad, la picardía espontánea,
quieren ser más un paquete envuelto entre lentejuelas, entre polvos y pinturas.
En una escena extremadamente enrarecida, sin saberlo, la vida quiere ser muerte
vistosa que sonríe tenebrosamente sin poder regresar, sin saber cómo, a lo que
fue antes… a lo que ya no puede ser.
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