La violencia puede no venir en un
golpe, un disparo; ni siquiera en un grito. Puede ser que la droga no
venga en cigarros, botellas o pitillos. Pensándolo bien, la grosería
puede no venir de un madrazo, de un desplante evidente o una señal
repugnante. La sumisión, por su parte, podría no venir de una
reverencia, de ceremonias o de parálisis por terror. Eso da pié a
pensar que la indiferencia, el desprecio, el amor a los objetos y el
pisoteo tienen sus más sutiles o a veces no tan disimuladas
transfiguraciones. La hipocresía, de verdad, es una prostituta muy
creativa.
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