Los ojos de mi amigo.
Aunque no me miran, se puede apreciar la honestidad que despide, la confianza
que regalan. Los párpados a media asta completan la sonrisa que se derrama por
todo el rostro. No hay engaño. No hay retruque. Magia que lee pensamientos y
los responde sin solicitud previa. Nada nuevo. Nada de sorpresas a estas
alturas. Tal vez sea eso lo que hace que haya placer y necesidad de su
compañía. Tal vez es lo inofensivo que resulta, lo que produce seguridad y
cobijo. Unos tragos, una conversa, el mismo apretón de manos y el mismo epíteto
retorcido de despedida…
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