¿Dónde están los ángeles
que nos iban a salvar? ¿Dónde estarán, entonces, los que nos salven? ¿En qué
sitio tan oculto están los querubines que nos tomarán de la mano y nos llevarán
al bien? Estoy algo decepcionado, pensando que fue una espera inútil, una
expectativa innecesaria, una fábrica de decepciones pensar que el momento
comenzaría en aquel momento. Ahora bien, mirando y mirando que pasan y siguen
sin mirarnos, tal vez estos que van y vienen sin mirarme no sean los ángeles
que todavía me atrevo a esperar. Igual me pregunto cuáles serán, cómo lucirán,
si sabrán mi nombre. Y me pregunto, inevitablemente, qué grupito lo conforman,
si traen banderas, alas de un color entendido, flautas que despierten, en caso
de estar dormido. Y miro hacia atrás, y vuelvo la mirada con atención, y sólo
veo repeticiones de esperanzas, reiteraciones de plegarias, procesiones
infinitas seguidas de la resignación como recurso infalible, de decepciones
borradas con alcohol, de fraudes disfrazados de lección. Sólo cuando veo hacia
atrás es que puedo desvestirme de la fe que ostento muy pocas veces y
arrecharme por tanto autoengaño, por tanta ridiculez predicha al sólo sentarme
a esperar por algo que necesito con desesperación y que sólo lo dejo pasar.
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