Lo normal me limita el
movimiento. Lo normal me arranca los sueños de la mira. Lo normal sólo brinda
sonrisas de alivio llenas de miedo. Lo normal, a pesar de su aparente
sabiduría, me envuelve en mi última
posición de comodidad y no me deja mover más. Y crezco, y pienso, y quiero,
pero el estuche está muy ajustado y ya no hay mucho más que se pueda hacer, a
no ser que quiera violentar los infinitos equilibrios torcidos que llevo en la
mochila. Qué buena la estabilidad que brinda, la seguridad que pregona; qué
bueno tener el enemigo lejos, aunque el verdadero enemigo comienza a ser otro y
a estar más cerca de lo que se podría desear.
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