San Pedro me miró, miró
mi expediente, miró el reverso vacío de la única página; cerró la carpeta y me
dijo:
“Qué va, chamo, te falta, te falta. Te voy a
mandar de nuevo para que hagas algo con tu vida, con esta segunda oportunidad. Necesito
que subas luego con muchas más sonrisas, con mucha más tranquilidad. Pero como
habrás lo sufrido, las sonrisas y la tranquilidad no son un medio, sino una
consecuencia; por eso debes buscar la alegría, que es la causa de esas
muestras. Pero la alegría no la venden en los supermercados, ni la regalan en
las ferias; debes buscar un estado de equilibrio que te permita estar alegre, tranquilo,
y ese ha de ser el origen de tu bienestar. Sin embargo, la conformidad con tu
vida puede producirse de dos maneras: haciendo lo que amas o amando lo que
haces. Si haces lo que amas, es casi automático el bienestar. No hay mucho qué
buscar, sólo seguir el camino con firmeza. La añadidura llegará inevitablemente
y tu vida se iluminará. Pero es obvio que eso no fue lo que pasó contigo, lo
que te produjo esa enfermedad que te trajo. Lo otro es amar lo que haces. La mesa
se te dio servida y escasa, no había menú para pedir. Pero tranquilo, eso le
pasa a la mayoría de las personas, mi pana… no eres novedad. En estos casos he
visto que las personas usan la conformidad, aguzan la mirada o incluso,
racionalizan. En estos casos me cuentan que seguramente la vida tiene tantas
oportunidades de alegrarse, que en cualquier esquina, voluntaria o no, siempre
habrá un motivo poderoso al cual asirse y por el cual luchar. Parece que los
que están de este lado piensan que quienes hacen lo que ama simplemente utilizó
un atajo, pero, ¿quién se podría quejar? Así que baja y subes cuando hayas
cumplido contigo. Un buen primer paso sería reconciliarte con quienes están ahora
a los lados de tu cama.”
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