Estoy
borracho. Llevo ya unos cuántos tragos de no me acuerdo qué, apenas me puedo
mover. Según veo, estoy en la barra de un local nocturno. La luz baja, la gente
bailando en el fondo, mucho ruido de música y voces exaltadas; mis párpados a
medio andar disminuyeron sus latidos y ahora amenazan con cerrarse en cualquier
momento. Miro lentamente, claro, alrededor, y veo gente borrándose en las
oscuridades, sorprendidas de vez en cuando por algunas de las luces giratorias
que vienen a develar el secreto… pero no veo bien. Estoy apoyado sobre mi codo
en la barra, de espaldas a ella, extraña y cómodamente sentado en una silla
altísima. Cada vez que voy al baño, a establecer un nuevo equilibrio
fisiológico, debo bajarme y subirme a esta terrible silla sólo para sobrios y
malabaristas. Ya no puedo caminar con el estilo que me caracteriza, y creo que
me pillaron, pero no me importa. Seguiré aquí, escuchando mi música, pensando
en esos ojos que me siguen trayendo loco. Seguiré escribiendo sobre decenas de
servilletas, si me alcanzan. Seguiré balbuceando cada canción que conozca, como el mejor de los disyokis. Seguiré recogiendo mi cuerpo cada media
hora hasta que quede derecho de nuevo, y comenzaré cada nuevo ciclo de
incertidumbres sensoriales. Seguiré aquí, bebiendo, hasta perder la
conciencia residual y algún buen espíritu me lleve a casa mientras esté al volante. Estem…
¡Salud!
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