Al
fin sale el sol. Después de huir infructuosamente de la lluvia toda la noche,
sale el sol. Sentado en una piedra, cansado, goteando todo mi cuerpo, temblando
del frío, al fin siento algo de calor. Creí que nunca llegaría; creí que no
sobreviviría antes de ver el sol de nuevo, antes de escuchar de nuevo sus
consejos bien intencionados, optimistas. Miro alrededor y veo que todo comienza
a reflejar luz, que una brisa arranca las últimas gotas de las hojas, la
humedad del suelo. El río recobra su nivel sin pedir perdón. Pasan los minutos
y mis ropas, ya secas, me invitan a seguir caminando, aunque sea bajo la
amenaza de un cielo nublado más adelante, ante la inminencia de otra noche.
Mientras tanto, a caminar y ver… como si fuese la última vez.
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