Se escuchan crujidos. Se
siente dolor. De nuevo, me trato de mover para caminar, y la piel se desgarra
para dejar salir algo de tinta roja. Es otra crisis. Es otra posibilidad de
retroceder. Una sugerencia de muy adentro, una voz más necia que yo empuja hacia
fuera para que conserve el camino. Los lados del camino invitan. La distracción
pinta colores más cómodos de seguir, pero creo que seguiré intentando y
logrando. A veces el sufrimiento, en su prepotencia, da paso a sensaciones
enajenadas que permiten cierto refrescamiento en la ruta. A veces, el calor del
día, deja de lacerar y da oportunidad al sueño despierto que me lleva de la
mano, hacia donde la voz dicta. La tentación pasajera me embiste, haciendo que
mis sentidos se violenten, se amotinen, y olas de arrepentimiento potencial
bañen mis pies testarudos. No sé cuánto podría perder si sigo, pero siento que
sé cuánto ganaré en la pelea, sabiendo que el enemigo tiene ganada una parte de
mí.
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