Mis pensamientos vuelan, se disparan y se dispersan
hacia lugares y situaciones que ruborizarían a muchos. Bañan sin temor camas aún no estrenadas y
arrebatan sudor, lágrimas y mucho más a nuestros autocontrolados deseos.
En mis sueños, tus manos se deslizan por debajo de mi
blusa y recorren mi cintura perfectamente moldeada a la forma de tus
caricias. En mis sueños, mis manos
recorren lugares sin pedir permiso, sin pensar, sólo sintiendo cuánto quiero
sentir y explorando cuánto el momento me lleva a explorar.
Tus manos tocando mi cuello y mi espalda semicubierta
por debajo del cabello, me arrancan un intento de suspiro que se entrecorta y
no atino siquiera a pronunciar tu nombre en voz alta, quizás un susurro, quizás
ni eso.
Mis manos pasan suaves, pero no lentas, por debajo de la
camisa desabotonada que aún cubre tu cuerpo hasta llegar a tu espalda
recorriéndola por completo. Un gran
beso, como nunca antes liberado, suspende por momentos nuestra estrenada
exploración y al término, lo que al principio fue suficiente, se torna poco,
poco para los dos. Así, tu atuendo se
esparce por el piso y el mío se deja deslizar por las sábanas.
Una cálida cobija que viene a regalar más de lo que
nos sobra, nos sirve de excusa para tapar el escaso pudor que en medio de los
restos de conciencia aún conservamos. Y
es allí donde finalmente, nos decidimos a develar nuestras obras.
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