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miércoles, 5 de octubre de 2011

Mis pensamientos (o Escríbeme así, vale). Anónimo.


Mis pensamientos vuelan, se disparan y se dispersan hacia lugares y situaciones que ruborizarían a muchos.  Bañan sin temor camas aún no estrenadas y arrebatan sudor, lágrimas y mucho más a nuestros autocontrolados deseos.

En mis sueños, tus manos se deslizan por debajo de mi blusa y recorren mi cintura perfectamente moldeada a la forma de tus caricias.  En mis sueños, mis manos recorren lugares sin pedir permiso, sin pensar, sólo sintiendo cuánto quiero sentir y explorando cuánto el momento me lleva a explorar.

Tus manos tocando mi cuello y mi espalda semicubierta por debajo del cabello, me arrancan un intento de suspiro que se entrecorta y no atino siquiera a pronunciar tu nombre en voz alta, quizás un susurro, quizás ni eso.

Mis manos pasan suaves, pero no lentas, por debajo de la camisa desabotonada que aún cubre tu cuerpo hasta llegar a tu espalda recorriéndola por completo.  Un gran beso, como nunca antes liberado, suspende por momentos nuestra estrenada exploración y al término, lo que al principio fue suficiente, se torna poco, poco para los dos.  Así, tu atuendo se esparce por el piso y el mío se deja deslizar por las sábanas.

Una cálida cobija que viene a regalar más de lo que nos sobra, nos sirve de excusa para tapar el escaso pudor que en medio de los restos de conciencia aún conservamos.  Y es allí donde finalmente, nos decidimos a develar nuestras obras.

No existe ya el desconcierto, ni el pudor, ni la decencia.  Sólo tus palabras y las mías diciendo cuánto nos amamos, cuánto nos deseamos.  Sólo tu cuerpo y el mío, del cual ni siquiera tenemos ya conciencia plena.  Es lo más parecido al cielo, es impalpable y sublime, es un entorno, un todo, ya no somos más dos cuerpos y nunca más lo seremos.

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