Con toda la pinta de
desatinado, con esa mirada de loco que no la brinca un venao, saliste corriendo
y te perdimos de vista. Agarraste algunos objetos útiles de lo trabajado y los
metiste, muerto de la risa, en una bolsa negra. Miraste algunos regalos
recibidos de hace años y lanzando algunos a los lados, te quedaste con dos o
tres que viste con cierta nostalgia. Por último, pasaste corriendo y te robaste
algunas cosas por pagar y entre sus brazos las llevaste y comenzaste la
carrera. Boquiabiertos, nos miramos y no nos quedó más que desearte suerte a
gritos para sentarnos a beber un café en forma de interrogación. Tiempo después
supimos de ti. Tiempo luego tuvimos noticias muy buenas que nos alegraron, pero
no nos tranquilizaban: éramos tu familia. Nunca más supimos de ti, pero
llegaban buenas historias de avances, de alegrías, de cosas que ni se podían
repetir. Hace mucho tiempo no te vemos, pero sentimos que estás a punto de
llegar…
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