Al fin bajó el ruido. Al fin bajó el vértigo. Al fin la respiración
agradece el momento. Las mortificaciones difirieron su efecto residual y se
despidieron con un apacible “hasta mañana”. Ya el paisaje no da vueltas. Ya los
flancos no son parajes fugaces, burlones. Ya todo se puede distinguir al
detalle, si se quisiese, aunque hay menos luz. Ya puedo suspirar por cualquiera
de mis pensamientos perdidos. Ya puedo ser menos cauteloso, menos consciente de
“los peligros” que acechan. Ya puedo usar el espaldar con gusto, sin temor a
caer en un letargo en medio de una urgencia. Ya puedo, ya puedo enfrentarme al
terrible enigma de sonreír y no saber por que. Ya puedo, según veo, ser el
desastre que solía ser.
No hay comentarios:
Publicar un comentario