Ahí está, mirándome, recostada cobre un trozo
de papel, una pluma de tinta negra. Tiene un brillo extraño, provocativo, como
invitando a ser usada, a ser instrumento de mi inspiración. La musa bosteza y
sonríe, como en domingo, aletargada, sinvergüenza ella, negando el material que
la pluma reclama. Y yo aquí, entre estas dos antagónicas chicas, tratando de
explicarle a una la somnolencia de la otra, tratando de mediar entre el ocio y
la ansiedad. Soy instrumento de una y dueño de la otra. No controlo ni a mi
dueña ni a mi esclava. Estoy a punto de salir corriendo como medida
desesperada. Estoy a punto de reclamarle a una y amordazar a la otra. Tal vez
deba esperar un poco. Tal vez deba hacerle un cariñito a las dos y solucionar
esto de una vez.
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