Botaste
todo cuanto pudiste. Desechaste todo cuanto podías ver alrededor. No quisiste
saber qué era, simplemente decidiste que no existiría ya. Tus negativas y tus
prejuicios hicieron de todo lo que había construido, basura. Parecía no haber
diferencia entre una y otra cosa. Parecía no haber consideración alguna entre
tu audiencia de objetos, criterios, querencias, recuerdos; sólo era basura para
ti. Afortunadamente para todos quienes te rodeamos, esas maravillosas víctimas
de tu altivez son lo que son por sí mismas; nunca podrán estar entre el desecho,
nunca podrán quedarse tranquilas, sin respiración, sin vida, porque son lo que
hacen de la vida, vida. Así que celebremos porque la libertad de los
pensamientos y las ansias de volar de nuestros sueños no serán aplacados por
designios desmedidos, torcidos de los que, como tú, tratan de sujetar con una
mano esclavizante las creaciones de quienes ejercemos la alegría. De verdad que
lo lamento por tí, pero no mucho.
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