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lunes, 10 de octubre de 2011

¡Epa!

Dices que te causo cosas inexplicables cuando estoy cerca. Que corres para alejarte cuando me ves. Parece que los cabales huyen de sus casillas cuando me recuerdas. Tal vez leíste algo en alguna revista, de esas, que dicen que los efectos pueden ser devastadores. No sé lo que te pasa, pero se me ocurre que alguien te dio buenas noticias acerca de mí. No es la primera vez. Cuando llegué a la fiesta, y estabas en el pasillo, tus labios abandonaron el trago y se abrieron muy lentamente, en rictus de “no lo creo”. Sé que me miras cuando paso, porque tu respiración comienza a escucharse de lejos, el brillo del sudor en tu frente comienza a verse de lejos. Yo no he hecho nada para merecer semejante sismo en ti. Sólo me he limitado a ejercer mi timidez, a retener sin vuelta lo que noto. No sabría cómo decirte una palabra sin temer que me saltes encima y me hagas no sé qué. Por ahora, me restringiré a practicar mi morbo por omisión, sólo para saber cuánto te gobiernas.

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