Ya no se nos es dada una
hoja en blanco para dibujar por primera vez. Ni siquiera se nos da una hoja con
figuras ordenadas para que identifiquemos las irregularidades y salir airosos
en el examen. Ahora tengo enfrente de mí al jurado invisible, que me presenta panoramas
en desorden, con inoportunidades, con arrepentimientos y rectificaciones al
andar. La prueba en estos tiempos es establecer el orden en ese paisaje andado;
es encontrar cierto patrón que aproveche el camino pasado y reacomode,
reagrupe, lave, deseche y logre un nuevo comienzo. Se me permite copiarme porque es la trampa clásica. Con un lápiz nuevo en mi
mano sana y la vista bien aguzada, todavía no es fácil. Sin embargo, creo que
es sólo remarcar los caminos borrosos que soñé y que siguen enfrente, detrás de
esa cortina de miedo, de parálisis sin explicación, que sigue haciendo
malabares con mi paciencia sin que se le caiga todavía.
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