Me
sentía en una burbuja, entre documentos, entre cuentas, en medio de pleitos
legales. Sentía que no había salida, que debía ser bueno y cumplir con el
entorno. Siempre había existido una inquietud, algo fuera del contexto
calculado, planificado, de otros. Poco a poco fue mostrándose una manera, no de escapar, sino de entrar en
un mundo más conocido, propio, agradable, como cuando te encuentras con un gran
amigo. Poco a poco se ha ido abriendo esa compuerta, y los momentos de recreo
han ido en ascenso. La burbuja está averiada y la mitad de mí está afuera. Uno
de mis pies paga las cuentas, mientras el otro está en el aire. Uno de mis ojos
está atento a lo que ocurre, con suspicacia agotadora, mientras el otro se
cierra, entregado a algo recién encontrado, pero sumamente confiable… que se lo
digo yo. En esta fase, donde soy dos en uno, salto de una parcela a la otra,
sintiendo que el saltito ese prolonga la vida, acorta los esfuerzos, establece el equilibrio.
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