Levantándose de la mesa
de reuniones, enfrente del comité y recibiendo su amonestación por escrito, el
gerente de operaciones levantó el sobre y comenzó su discurso: “Debo destacar
que esta amonestación no es sólo para mí. No sólo fui yo, claro que no. Tengo que
ser honesto y confesar que todos pusimos nuestro granito de arena para que todo
resultase así. Esto fue producto de un equipo empeñado, de la proactividad
desbocada de los muchachos y supervisores que me rebasó. Es obvio que esto significa
un tremendo estímulo para seguir… adelante, para mí y para quienes están en
puestos inferiores, y les juro que me encargaré de que las normas se cumplan
como nunca”. Después de mirar a la audiencia, se sentaba con una risa nerviosa
y susurrando: “Desgraciados…”.
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