Bienvenido el cinismo. Ya
no miras al suelo cuando me contestas; ya no tiemblas. Ahora puedes mirarme a
los ojos y decirme cualquier cosa sin titubear, eso sí, con la sonrisa de los
políticos cuando evaden la conversa. Eres tan elocuente que se te puede creer. La
seguridad con la que hablas no deja lugar a dudas; cualquier interpelación no
tiene mucho futuro cuando veo esa ceja levantada. Busco y busco, pero no
encuentro una rendija con la que podría sentenciarte. Te observo en secreto, en
la oscuridad, y no hay gesto que te inculpe. Eso fue ya hace tiempo, y paradójicamente,
ahora me siento mucho más tranquilo… mucho más tu cómplice.
No hay comentarios:
Publicar un comentario