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jueves, 27 de octubre de 2011
Todo se frena
Se acabó el combustible del metabolismo del vértigo. Levanto el pié del
acelerador y los motores van cesando su ruido, su calor incandescente. Subo las
escaleras, entro en mi refugio y dejo las llaves en la cesta de siempre. El maletín,
la chaqueta y la corbata quedan a un lado para dejarme en libertad, para ir
desnudando los ritmos propios, la lentitud evitada durante el día. La cama fría
me deja ver al techo, mientras todo da vueltas. La brillanteces de la jornada,
las horas de cola y la preocupación de mañana comienza a desvanecerse con el
humo en el campo. Pronto, muy pronto, sólo se escucha el péndulo del reloj, los
insectos del jardín y mi respiración. La luz de la habitación no es nada ahora.
La decoración de hace meses no aporta. La madera brillante ya no es distintivo
de nada. Me incorporo, y el tipo del espejo no parece merecer admiración alguna…
Me siento solo.
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