De viejas cacatúas

De viejas cacatúas. ¿De qué hablan? ¿Qué tanto comentan? ¿Habrá tantos temas para la cháchara? Hablan todos los días, se ven todos los días; que este llegó con esta, ahora con aquella. Ni el curita anciano se salva. Pero es que no paran. Sólo se quedan calladas cuando pasa a sus lados el objetivo inmediato del despelleje; cuando el desafortunado lleva tres metros, comienzan con la sonrisa y los ojos torcidos. Por eso es que nunca terminan de tejer el pañito ese, que hasta sucio estará. Van a misa y se encomiendan a Dios, como ahorro antes de darle el trancazo al cochinito. Yo las he visto y hago siempre la prueba morbosa de quedarme mirándolas cuando paso, y hasta perderme de vista: no dicen una palabra; pero sabido es que me habrán deshecho y cocido el traje con esas lenguas puntiagudas. Desde aquí se ve una sola de ellas ahorita, en su mecedora, recogiendo de quien pasa, esperando a su interlocutora infinita en temas… las joyitas esas.