El sonido de la lluvia trae de los cabellos al
sonido de los aplausos de pasado. El armario empolvado ampara vestidos de
colores pasados, de sudores que fueron. Las manos cuya expresión dista
ya de lo que hace muchos años emocionaba a otros, ahora albergan
paciencia, dolor entumecido. Pecas, como mapas de historias, de carcajadas
impresas afortunadamente imborrables. La pena no aparece por ninguna rendija
de la habitación. La tristeza no forma parte del elenco de esta semblanza. Una
sonrisa riega, como regadera generosa, cada recuerdo a colación.
Afortunadamente, es el ribete dorado de una obra de arte tejida durante años.
La voz entrecortada, con poca fuerza, tararea canciones de antiguas letras, de
temas en sepia, de palabras olvidadas por las nuevas páginas.
Creo que ya es hora de cerrar el álbum y descansar. Tal vez, lo deje abierto en
la fotografía que más sonrisas arrancó.
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