Y entonces se acabó el
forcejeo. Ya no fuimos más anti. Y no fuimos porque la causa cesó, ya no había
quien nos empujase, quien provocase nuestra reacción. Nunca más reaccionamos. Y
fue entonces como nos pudimos sentar, allá atrás, donde nos dejó el esfuerzo
extenuante de defendernos. Y allí sentados, después del jadeo, un tiempo
después de quitarnos la costumbre de ver las sombras que nos espiaban, de los
zapatos detrás de la cortina, nos miramos y sonreímos con una tranquilidad
insospechable hace años. De pronto, la creatividad nos hizo mover, esta vez
hacia adelante. Comenzó a aparecer un sueño colectivo distinto de ser
independiente de las ideas de los demás, de los intereses ajenos, y fue como
comenzamos a ver hacia el horizonte que siempre estuvo enfrente. Los dolores de
las heridas dejaron de ser el estímulo para caminar, para avanzar, y en su
lugar, fueron las propias necesidades, los propios objetivos, la propia
creatividad a nuestro servicio la que dibujó nuestra utopía. Ahora éramos los
responsables de la construcción que teníamos por delante. Ya nadie más tendrá
la culpa. Ya nadie más será verdugo. Ahora, para bien o para mal, somos los
conductores: Somos Pro.
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