Méceme en tus brazos. Cobíjame
en tu pecho. Acaríciame el rostro con tus cabellos. Regálame ahora un trozo de
vida inapreciable. Que tu mano paseando en mi cabeza sirva para sosegarme, una,
otra y otra vez. Que tu regazo sea mi espaldar, mi mágico mirador, mi almohada.
Que tus ojos sean el explosivo para mi timidez o mi locura. Que tu aliento sea
el hipnotizador de mis párpados sumisos. Exijo que tu piel sea el cobijo de mis
noches, de mis sueños. No aceptaré no por respuesta. Después de conocerte así
de cerca, lo más decente de mi parte es un serio berrinche, un enérgico
reclamo, un sollozo casi fingido hasta que aceptes… y aceptarás.
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