Resulta que ahora está
tipificado. Resulta, pues, que cada cosa que hacemos constituye un retazo
residente en una teoría de alguien estudioso. Nada escapa: un guiño, un
berrinche, el silencio más sospechoso está predicho, está diagnosticado por un
grupo de batas blancas, como “normal en estas circunstancias”. Lo que aparenta
ser magia, un giro el destino, está cuadriculado hace setenta años en una
página escondida de una manual de trivialidades humanas. Nuestra conducta, en
algún momento, obedece a un esquema, a un dibujo en la pizarra que ningún
mortal conoce. Mis noches de alcohol, de pérdidas, mis llamadas repetidas, no
lo dudo, estaban siendo observadas, entre convicciones predeterminadas, entre
asentimientos grupales y petulantes, entre tubos de ensayo burbujeantes,
pipetas y mecheros. Tal vez, lo que más podría fastidiarme, es que esta
servilleta escrita esté guardada ahora mismo en una gaveta etiquetada como
“indeseables varios”
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