Quiero un frasquito
deso. De eso que me das a ratos y me plena de sonrisa, que me recarga como
necio artefacto. Quiero una muestra residual de ese brebaje que hace levantar
la cabeza y abrir los ojos. Si es necesario, robaré de tus ojos unos segundos
de tu brillo y lo administraré después de cada comida, al levantarme e ir a
dormir, para evitar soñar sandeces. Ya me estoy poniendo el pasamontaña y los
guantes negros para que nadie note que perpetré tal crimen en beneficio propio,
mezquino, no permisado. Enrollándome en el hombro la cuerda que me llevará a tu
ventana entreabierta, sonrío pensando en mi próximo logro, uno de los más
connotados para mi tranquilidad, para mi equilibrio. Sospecho, sin embargo, que
te encontraré despierta y esperándome, cual centinela enajenado, cómplice, de
incomparable vista gorda.
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