Estoy celoso. No estás, no apareces, no
llegas. Miro el reloj y nada. No llamas, no escribes, resuenan las llaves
abriendo la puerta. Contabilizo fugazmente mis errores y sé que no lo he hecho
muy bien, por lo que seguro me la vas a cobrar. Seguro hay un galán recién cobrado
con disposición a atenderte y así parchar mis abandonos. Qué vaina. Llegó un
carro y no eras. Llegó un avión y no venías ahí. ¿A quién miras? ¿A quién le
prestas atención? ¿Por quién te apuras en desplazarme? ¿Qué hora es? Ya sonó el
himno y no llegaste entre ninguna de las estrofas. Pasó El Zorro, los programas
de opinión y el noticiero. Claro, vale, tú eres libre, pero yo tengo que saber qué haces, con quién te ves, qué
conversas. Tengo derecho, coño: ¡Soy tu hijo!
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