Por supuesto, la
arrogancia del ser humano le hace pensar que ya evolucionó y que toda la
historia termina en la actualidad. La verdad es que no. La verdad es que el
medio circundante es el que modela la evolución de los seres vivos, y,
ciertamente, el medio ha cambiado, dejando tarea al fenotipo del ser humano
para modificarse de nuevo.
Ya no vivimos caminando, erectos, como cuando la naturaleza
nos ordenó agarrar los frutos de los árboles, correr, saltar. Ahora vivimos
sentados en nuestras casas, en las oficinas, en las plazas, centros comerciales
y atenciones al público de las operadoras celulares, por ejemplo.
Ahora pensamos más (al menos quienes no jugamos tantos video
juegos), por lo que el cráneo dará paso a mayor volumen al cerebro, dando a la
cabeza un aspecto más sobresaliente que el actual. En la cabeza, los oídos irán
disminuyendo hasta llegar al tamaño de los audífonos que fabrica Apple. Ya no
escuchamos al prójimo porque no nos interesa; así que no importa el pabellón de
la oreja para orientar la proveniencia de las voces, los ruegos o las arengas políticas.
La nariz seguirá del mismo tamaño, ya que husmear y meterla
donde nadie nos ha llamado será menester por unos cuantos siglos. La boca
crecerá hasta llegar a las poquitas orejas que nos queden, porque aunque no escuchamos
a los demás, si nos damos el permiso para hablar como emisores locos y
descontrolados cuando se nos da la oportunidad de hablar (ni hablar de la
delicia de escucharnos a nosotros mismos durante horas).
Los ojos disminuirán su poder sensitivo de tanto no querer
ver las cosas como son, dejando al gran cerebro de la nueva era construir
realidades a partir de lo poquito que nos animaremos a ver (casi como ahorita,
pero con más necesidad).
Respecto del tacto, las punta de los dedos serán ajustadas
al teclado QWERTY y la sensibilidad en el resto del cuerpo se irá perdiendo por
falta de estímulos, como caricias, cachetadas, golpes y besos, como “cuando la
gente se veía en persona”.
Los investigadores dicen que habrá más cambios, pero no se
atreven a publicarlos por considerarlos perturbadores para quienes damos rienda
suelta a nuestros munditos mezquinos sin considerar lo que dejaremos a la
posteridad.
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