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viernes, 30 de septiembre de 2011

Agridulce cobardía


La cobardía, agridulce arte de no entrar, salvación sin buen recuerdo; a veces, cerrar los ojos y la boca, cerrar voluntariamente el entendimiento. Parece ser la cobardía un salto a la supuesta supervivencia. Costoso salto, sin gloria, sin gracias, y, para colmo, con ocasional publicidad. ¿Cuándo la precaución se viste formalmente de cobardía? ¿Cuándo dejamos de ser inteligentes para ser unos pobres cobardes? ¿Cuándo un mecanismo natural de autoprotección se convierte en una desgracia crónica, en una manera de vivir? Ojalá el tiempo adicional de vida que me obsequia esta manera de existir, baste para enterarme de algo bueno; mientras, el tic-tac me sigue quemando mis esperanzas.

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