Me encontré con el
superlativo. Me encontré con lo mejor de un pedazo. Fue impactante cada paso,
cada movimiento, cada mirada. La escena no tenía desperdicio; nunca había visto
algo semejante, impecable, sorprendente. Prestidigitación, maestría en la
ilusión, vehemencia en el hablar. Pero llegó el que todo lo descubre, el
aguafiestas: llegó el tiempo. Después de un rato, de unos días, el espectáculo
se tornó monótono. Después de ver la rutina una y otra vez, después de saber el
paso próximo, ya la novedad no maravillaba. El acto fue cada vez más de lo
mismo y el brillo de ojos que arrancó en algún momento se preguntaba si eso era
todo. Poco a poco tomé mi butaca usual, a buena distancia, a metros inmunes, a
buen resguardo de tus trampas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario